No disfruta Voltairine de Cleyre (1866-1912) del reconocimiento de otra anarquista estadounidense como Emma Goldman. Es posible que esto se deba a su temprana muerte, lo cierto es que, por la razón que sea, la obra de Voltairine ha tenido una difusión más limitada. De su vida no sabemos mucho porque casi todo lo escrito por ella y sobre ella sigue inédito en nuestra lengua. De su juventud sabemos que Voltairine fue internada en un colegio religioso que le concienció en el desprecio por la educación autoritaria y las ideas religiosas. Parece que fueron los hechos relacionados con la Revuelta de Haymarket en Chicago los que crearon los vínculos definitivos entre la joven De Cleyre y el anarquismo. No queremos entreteneros más con los datos biográficos de esta autora ya que dejamos esa iniciativa en manos de nuestras lectoras y lectores que tienen en Internet algunos breves apuntes sobre su vida.
Una de sus últimas colaboraciones periodísticas conocidas nos posibilita leer este texto que tiene un innegable valor histórico por darnos a conocer los debates de principios del siglo XX sobre la necesidad de intervenir en la política parlamentaria o, por el contrario, rechazarla en favor de la acción directa. Dicho debate sigue teniendo un enorme valor: si bien muchas organizaciones o movimientos que apostaron por la lucha en los parlamentos han conseguido mayor predicamento, la acción directa no se ha visto despojada de su valor ético y revolucionario pues ésta en cuanto forma de acción política sigue mantenido todo su valor ético ya que presupone una concepción integral del ser humano capaz de tomar las riendas de su vida en todas sus dimensiones. Así se elude la intervención de los políticos profesionales que despojan a las personas de su capacidad del gobierno de lo común/público para legitimar de esa manera la división social entre gobernantes y gobernados que es la esencia de la democracia representativa sistema basado en el parlamentarismo como forma de dominación.
Acción directa es especialmente actual puesto que supone una aportación fundamental para reivindicar el papel de la acción no mediada con todo su valor, un valor cuya lógica trata de ser destruida por la sociedad estatal-capitalista que en su dimensión actual de sociedad espectacular trata de arrebatar al oprimido su potencial como agente político para convertir esta dimensión en mero espéctaculo, en simple actuación para conseguir un aplauso pues la intervención política sólo tiene cabida a través de las reglas establecidas por el Estado en cuanto herramienta burocrática de dominación para asegurar la reproducción de los valores de las clases dominantes…
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A modo de introducción
No disfruta Voltairine de Cleyre (1866-1912) del reconocimiento de otra anarquista estadounidense como Emma Goldman. Es posible que esto se deba a su temprana muerte, lo cierto es que, por la razón que sea, la obra de Voltairine ha tenido una difusión más limitada. De su vida no sabemos mucho porque casi todo lo escrito por ella y sobre ella sigue inédito en nuestra lengua. De su juventud sabemos que Voltairine fue internada en un colegio religioso que le concienció en el desprecio por la educación autoritaria y las ideas religiosas. Parece que fueron los hechos relacionados con la Revuelta de Haymarket en Chicago los que crearon los vínculos definitivos entre la joven De Cleyre y el anarquismo. No queremos entreteneros más con los datos biográficos de esta autora ya que dejamos esa iniciativa en manos de nuestras lectoras y lectores que tienen en Internet algunos breves apuntes sobre su vida.
Una de sus últimas colaboraciones periodísticas conocidas nos posibilita leer este texto que tiene un innegable valor histórico por darnos a conocer los debates de principios del siglo XX sobre la necesidad de intervenir en la política parlamentaria o, por el contrario, rechazarla en favor de la acción directa. Dicho debate sigue teniendo un enorme valor: si bien muchas organizaciones o movimientos que apostaron por la lucha en los parlamentos han conseguido mayor predicamento, la acción directa no se ha visto despojada de su valor ético y revolucionario pues ésta en cuanto forma de acción política sigue mantenido todo su valor ético ya que presupone una concepción integral del ser humano capaz de tomar las riendas de su vida en todas sus dimensiones. Así se elude la intervención de los políticos profesionales que despojan a las personas de su capacidad del gobierno de lo común/público para legitimar de esa manera la división social entre gobernantes y gobernados que es la esencia de la democracia representativa sistema basado en el parlamentarismo como forma de dominación.
Acción directa es especialmente actual puesto que supone una aportación fundamental para reivindicar el papel de la acción no mediada con todo su valor, un valor cuya lógica trata de ser destruida por la sociedad estatal-capitalista que en su dimensión actual de sociedad espectacular trata de arrebatar al oprimido su potencial como agente político para convertir esta dimensión en mero espéctaculo, en simple actuación para conseguir un aplauso pues la intervención política sólo tiene cabida a través de las reglas establecidas por el Estado en cuanto herramienta burocrática de dominación para asegurar la reproducción de los valores de las clases dominantes…